Robots transformers, planetas inhóspitos y bichos descomunales. Eso es lo que nos ofrecía el genial Metal Mutant. Lanzado en 1991 para MS-Dos, Amiga y Atari ST fue desarrollado por la “desconocida” Silmarils, compañía francesa creada en el año 1987. Quizá os suene algo más si os digo que también son padres de grandes juegos como Crystals of Arborea (1990), Asghan (1998) o la saga Ishar.
En su momento Metal Mutant nos sorprendió gracias a su mecánica.
Teníamos que aprovechar las habilidades de nuestro protagonista para
poder sobrevivir a la exploración del abrupto planeta Kronos y hacer
cara a sus puzles y peligros de una manera segura. Hasta aquí todo
normal, pero si os digo que nuestro avatar tenía la posibilidad de
adoptar tres formas totalmente distintas entre sí la cosa cambia,
¿verdad?
Francamente, el juego tenía detalles que lo hacían más una aventura
que un juego de acción, ya que con el método de “ensayo y error”
podíamos asegurarnos la táctica adecuada para poder avanzar un poquito
más cada vez en nuestro camino para convertirnos en Arod VIII… aunque para ello debemos acabar con Arod VII, por supuesto.
Quizá esto os suene arcaico, pero son muchos los juegos que usaban este método y que no eran aventuras gráficas como tal. Dos buenos ejemplos son Another World (Éric Chahi-Delphine Software, 1991) o Flashback (Paul Cuisset-Delphine Software, 1992), así como la más reciente saga del carismático Abe, con los geniales Abe´s Oddysee y Abe´s Exodus de 1997 y 1998, respectivamente. Zack and Wicky Quest for Barbaros´ Treasure (Capcom, 2007) es otro claro ejemplo.
Pero obviamente aquí tenemos un claro componente de acción, ya que nuestro mecha
está armado hasta los dientes con toda clase de utensilios que nos
facilitaran el poder seguir avanzando y haciendo cara a los numerosos
enemigos. Una especie de dinosaurio, un ciborg y un tanque serán las transformaciones de las que dispongamos, cada una con su armamento y sus características de tamaño y rapidez.
A grandes rasgos, el dinosaurio lanza fuego y utiliza sus poderosos
dientes para atacar, además de poseer una burbuja defensiva y un robot
mosquito que utilizaremos para solucionar algunos puzles. El ciborg sin
embargo, salta, tiene armas cuerpo a cuerpo y a distancia, además de
múltiples utensilios. El tanque por su lado nos brinda la opción de usar
armamento pesado (metralletas y misiles), aparte de contar con un
radar. Como veis, posibilidades y acciones para todos los gustos.
Deberemos aprender a combinar y a cambiar entre las distintas
personalidades de nuestro metálico amigo de forma fluida si queremos
avanzar como los Dioses del Metal mandan.
Lógicamente al comienzo no tendremos todas las habilidades disponibles,
si no que las iremos recuperando, lo que hace el juego más variado. No
os preocupéis, el juego mismo nos brinda información de cada enemigo y
nos ayuda “analizando” cual escáner las características de cada uno.
Los gráficos, pese a ser sencillos si los comparamos con otras obras
de Silmarils, tienen elementos muy llamativos como la variedad de
entornos, detalles animados en los escenarios o los diseños de los
enemigos. Desde la pantanosa llegada al planeta Kronox a “Las 5
Pirámides”, pasando por una futurista ciudad y una factoría, todos ellos
llenos de lagartos, robots y seres indescriptibles, con una gran
variedad. Realmente muy cuidado y muy rico en ese aspecto.
Lamentablemente no ocurre lo mismo con el apartado sonoro. Unos FX bastante pobres acompañan a una música
monótona y aburrida, que realmente no destaca y casi que agradecerás
jugar en silencio. Es una pena, pero realmente parece descuidada, más
aún si la comparamos con otros títulos de ese mismo año como Desperado 2 o Zona 0 (ambos de Topo Soft), Chuck Rock (Core Design), Escape from Colditz (Digital Magic) o Alien Breed (Team17).
Un detalle curioso del juego es que, pese a encontrarnos como en
cualquier juego varios enemigos “repetidos” (de la misma raza), estos no
siempre serán iguales. Pueden variar en su resistencia o vitalidad,
como ocurriría en la vida real (cada ser es distinto a sus iguales en cuanto a sus características).
El juego contaba con tres niveles de dificultad más
uno de entrenamiento, que cambiaba la dureza de los enemigos y el lugar
de comienzo al perecer. También es curioso el detalle de que podíamos
destruir los puntos de guardado, ya que los encontrábamos bajo la forma
de unas pequeñas naves que podían ser destruidas bajo el fuego cruzado o
por equivocación. Además, estas zonas de guardado sólo podían ser
activadas por el ciborg.
Este dato, el de poder acabar con los puntos de control, no es el
único aspecto curioso del juego. En cierto momento del juego se nos dará
la opción de cambiar de lentes, cambiando así los colores mostrados durante la partida. También podremos acabar compactados y convertidos en un bote con patas, siendo perseguidos por un abrelatas psicópata. Incluso podremos beber y observar como los robots también tienen hipo.
Algo que nadie puede poner en duda es que Metal Mutant fue un título curioso.
De hecho en muchos aspectos lo sigue siendo. Hoy día estamos a vuelta
de todo, pero quizá por eso el volver la vista atrás es algo que nos
pone tontucos… Disfrutad de Metal Mutant. Los franceses tenían que hacer algo bien.
Entrada publicada en Gamikia el 25 de agosto de 2011 (Enlace)
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