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martes, 21 de mayo de 2013

Gonzzalezz: cuate, aquí hay tomazzzzzzzzzzzzzzzzzz

Echando la vista atrás siempre hay juegos que afloran automáticamente al pensar en una máquina concreta. Gonzzalezz puede que a priori no sea de esos, pero si es de los juegos más carismáticos y divertidos que creó la compañía española Ópera Soft.


Hablar de Opera Soft es hablar de una parte fundamental de la Edad de Oro del Software Español. Fue fundada en 1987 tras la quiebra de Indescomp y empezó de forma imparable con el gran Livingstone Supongo y fue la artífice del indispensable La abadía del crimen, una de las obras cumbre del soft español (le pese a quien le pese).

También bajo el sello Ópera se crearon los subsellos Opera Plus y Opera Sport. Es importante remarcar que no tiene nada que ver con la noruega Opera Software (creadores del navegador Opera).Ya tendremos tiempo en Retro Gamikia de hablar largo y tendido sobre todo lo que significa esa dorada época para la historia de los videojuegos en España, pero por ahora para situarnos es suficiente.


El juego que nos ocupa, Gonzzalezz fue lanzado en 1989 y es surrealismo en estado puro. Literalmente. Desde el entrañable país de Mexico nos presentaba a nuestro héroe, el carismático y arquetípico mexicano Gonzalez, campeón amateur de ese gran deporte nacional que es la siesta.

El juego se dividía en dos contextos muy distintos entre sí: en el país de los sueños (de ahí lo surrealista) y en el poblado de nuestro dormilón protagonista. En nuestra odisea onírica (más bien pesadilla) debemos recuperar el despertador para evitar así que suene y estropée nuestra generosa siesta.

Debemos superar la nada despreciable cifra de siete fases a base de saltos y planeos, evitando tanto enemigos surgidos de una mente enferma (desde aspiradoras a lámparas asesinas) como el pisar el suelo, que significaba muerte segura. Así hemos de saltar de plataforma en plataforma, de flor en flor, de viga en viga, evitando a toda criatura que nos encontremos…


Nuestras andanzas seguirán en el mundo real con el objetivo (oh, sorpresa) de alcanzar nuestra hamaca situada al final del pueblo. Durante el transcurso de tan loable hazaña deberemos enfrentarnos tanto a indios cabreados como a animales e insectos venenosos, además de algún vecino envidiosillo. Como véis, todo parece predispuesto para que no podamos dormir como los dioses mandan. Al menos podíamos usar objetos que nos facilitaban nuestro polvoriento periplo.

Marca de la casa es esa jugabilidad made in Ópera: un control realmente bueno con un sistema de salto y planeo ajustado hasta el milímetro. Tampoco sería justo dejar de lado el buen trabajo gráfico que recreaba dos mundos tan distintos pero ricos en detalles a la vez, así como una animación de los personajes que para la época era genial.


Los FX y la increíble música aun resuenan en mi cabeza. Tened en cuenta que estamos hablando de, por decirlo de alguna manera, dos juegos en uno (cada uno en una cara del cassette, como debía de ser). Fue lanzado para Amstrad CPC, MSX, Spectrum, Amstrad PCW, PC y compatibles.

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